Todavía no ha acabado de amanecer del todo y la Calle Mayor lleva
varias horas atestada de gente. Poco a poco las sombras han ido desvaneciéndose
para dejar paso a rostros cruzados por la expectación… y el terror.
Los primeros, abierta de par en par la mirada y con una leve
pero maliciosa sonrisa en los labios, se amontonan sobre las vallas de
protección, colgados en los balcones que contemplan el espectáculo o apostados
en los tejados de los edificios que guían la ruta del cortejo. Nerviosos, se
propinan empujones los unos a los otros, intentando alcanzar un hueco donde la
visión no se vea entorpecida por ningún cuerpo extraño, o algún vehículo
oficial, garantes del correcto devenir de la velada.
Las piernas y los brazos se entrecruzan como en un juego de
enredo, estando las caídas y las magulladuras a la orden del día. Unos chavales con
acné en el rostro, de negras camisetas con leyendas en vivo rojo perfilando la
imagen del Ché, se encaraman por las
tablas empujando a dos ancianos de espesa y protuberante barba, entonando himnos de otra época y agitando serigrafiadas banderas rojas y negras. Los ancianos, tras un
aterrizaje forzoso sobre el duro y húmedo pavimento, actúan como si nada
hubiera sucedido y tras agazaparse entre dos travesaños siguen, con mirada fija, atentos a los acontecimientos.
Las élites elegidas contemplan la escena sin ningún tipo
de preocupación o atropello, acomodados en los balcones o en las terrazas de
los áticos. Ataviados con trajes y corbata de Hugo Boss, degustan caviar y
champán francés mientras charlan, en perfecto trilingüe, sobre los vaivenes del pase del día anterior. ¡Qué espectáculo, Soraya! ¡Viste, viste…
aquel anciano no llegó ni a la primera curva! ¡Qué bueno, César! ¡Digno de ver,
querida! Los niños de las élites, limonada en mano, escupen a través de los
barrotes de las barandillas ante la atenta mirada de sus padres. ¡Qué lindos son, excelentísimo! ¡Qué bello
es vivir!
De repente, el reloj de la catedral marca la hora exacta. El
repicar de las campanas sumerge en un tenso y misterioso silencio a la alterada
muchedumbre y el Sol, en su lento ascenso, ilumina el engalanado teatro de los
sueños.
¡Qué bello
espectáculo, camarada!
El silencio, los últimos empujones, los duros adoquines
resbaladizos… las flores rojas maquillando los balcones y ventanas… los
estandartes de todos y cada uno de los Reinos de España… con sus barras rojas y
amarillas, sus imitaciones “británicas”, su verde y blanco plasmando el puente
entre las columnas de Hércules… su león y su castillo… su cruz dorada sobre
fondo azul… sus estrellas de cinco puntas… Los señores sacaron sus blasones de
los dorados cofres y las calles parecen vivir un eterno Octubre.
Todo es color, expectación, tensión…
… y, al fin, tras el último repique de campanas, un
petardazo da inicio a la función… saltando por los aires todo recuerdo de tranquilidad,
silencio y moderación. El ambiente se colma de gritos de júbilo, carcajadas nerviosas
y flashes de cámaras digitales, prestas a captar la mejor escena… el instante
mortal…
Todo es fiesta.
Perdón… todo no.
Algunos no comparten tales sensaciones y sentimientos. Son los
menos, eso sí, ya que el transcurso de los días hace que su número descienda de
forma preocupante, pero cierta y aceptada. Ellos son los que, desde el alba,
miran alrededor con ojos impregnados de terror.
Ellos son los que aguardan al otro lado de las vallas…
encerrados dentro…
Y tras el estruendo las puertas se abren… y con ellas
aparece una camada de ratas enormes, de más de 600 kilos por barba. Auténticos morlacos
de poderosos cuartos traseros, largos bigotes de alambre y amarillos y afilados
incisivos. Una pestilencia enorme que, tras escudriñar los perfumes inocentes de la mañana,
fijan los rojos ojos en su objetivo indefenso… asustado en medio de la Calle
Mayor… para dar inicio a una criminal persecución televisada por todos los
canales públicos de las españas.
Y empieza la carrera.
¡Ahí va la primera,
conocida como Tribunal Superior de Justicia!... dice la locutora en
perfecto nivel C, mientras una de las enormes morlacas se abalanza sobre un
mocoso de teta, dejado atrás por unos padres que, como la mayoría de estos “cristianos posmodernos”, han empezado a
correr intentando escapar de una empitonada segura. De una dentellada, el miura
acaba con el futuro intelectual del chaval. ¡Mirad,
mirad! ¡Cómo embiste aquella valiente!... donde otro monstruo ha
arrinconado a una chica vestida con harapos cien veces remendados. De un
empellón, la niña es alzada cinco metros del suelo, en un vuelo sin motor que,
como no podía ser de otra forma, acaba con los dientes desparramados por el suelo,
hecha un guiñapo. Lo poco que tenía, ahora es nada. Y menos cuando la horda, a
la carrera, pisotea el cuerpo inmóvil de la chica hasta arrebatarle, vía
impositiva, la propia vida. Ha sido víctima de la rata del fisco, marcada a
fuego con las siglas del cupo, el pacto fiscal o la solidaridad “de pertenencia”.
Tras dos cornadas, cinco atropellos y una primera curva
peligrosa, el teatro es dominado por los gritos de los espectadores, eufóricos
ante el buen inicio del encierro. ¡Empezamos
bien, Fidel! ¡Dos burgueses antes de la primera chicane! De las bolsas que
llevan aferradas a la espalda, sacan tomates y jamón serrano que será arrojado
con saña contra los ciudadanos que, aterrorizados, pasan ante ellos. ¡Bribón! ¡Toma huevazo! ¡Toma expolio!,
gritan. ¡Toma Realidad Nacional! ¡Toma Libertad! ¡En toda la cara!
Una señora, en su alocada carrera, ha metido el tacón de su
zapato en una alcantarilla, comiendo el polvo. En su caída arrastra a tres
trabajadores autónomos que, desequilibrados, caen al suelo formando una pequeña
montonera. Objetivo fácil para la camada a la carrera que, de tres mordiscos y
siete pisotones, desmiembran las posesiones de los atropellados en nombre de la
hacienda local. ¡Rosa, querida, no te
tapes los ojos!, dice un mafioso con carnet que contempla la escena desde
la terraza de un inmueble gubernamental. ¡No
debe darte miedo, mujer! ¡De esto comemos en casa! ¡Con lo que te gustan a ti las
gambas!... y Rosa, avergonzada por el humano y miserable reflejo arroja,
con ligero movimiento y femenina sonrisa, la fina copa de cristal en la que se
estaba tomando un Martini, hacia la cuadrilla de jóvenes que intenta escapar de
las embestidas del fétido roedor conocido como “transferencia educativa”.
En apenas diez minutos finaliza el encierro. Tan sólo
trescientos metros de carrera infernal, rodeada de gritos, insultos, escupitajos
y maldiciones. El público, aferrado a sus palcos privilegiados, se ha vaciado
bien blasfemando contra los que corrían intentando salvar sus vidas. Las masas
serviles, fieles a la doctrina de aquellos que se regodean desde sus atriles
revestidos de heráldica e historia hecha a medida, ha reivindicado a gusto,
entre gritos de ¡Estatut! ¡Estatut!
Estatut!... Los sindicalistas se han reído de lo lindo observando cómo los
currantes eran corneados y pisoteados, mientras que, al lado, los decanos se
carcajeaban al tiempo que intercambian impresiones sobre sus viajes de fin de
curso a Cuba. Todo perfectamente amenizado por el gremio de los periodistas,
fieles siervos que, acurrucaditos en una esquina ganada a base de adulación y
trajes de saliva, pregonan las bondades de los negros miuras con editoriales
pactados con el patrón.
Diez minutos. Pasados estos, la muchedumbre solidaria abandona
la Calle Mayor rumbo a algún botellódromo habilitado por el Ayuntamiento… o
camino de alguna tasca vasca en la que se beba txacolí con Rh negativo y se
bailen sardanas con traje de faralaes, amén de entonarse alguna jota, muñeira o
cante jondo autonómicamente discutido y discutible. Tan sólo quedan los médicos
y los enfermeros, encargados de atender a los que han sido víctimas de algún mareo,
el típico coma etílico o el pisotón involuntario de rigor.
En la parte exterior de las barreras de protección, por
supuesto.
La zona “políticamente correcta”.
Mañana será otro día. Otro día, con otro encierro.
Las calles
volverán a estar plagadas de espectadores sedientos de menos pan y más circo. Gentes
que gritarán cuales papagayos contra “los opresores” y
los “amos del capital”… fascistas, vosotros sois los terroristas…
al paso de inocentes ciudadanos al esprín, mientras las ratas criadas en
ganaderías regentadas por las élites de los 17 estados del Reino de las Españas, los persiguen prestas a
clavarles una dental cornada en nombre de la “construcción nacional”… portadora de la Peste Negra…
… tal y como, desde hace unas décadas, viene siendo
tradicional en esta tierra antaño conocida como piel de toro…
… y que hoy no es más que pellejo de rata.
14 comentarios:
Muy buena metáfora del encierro de España que por desgracia duran más de 7 dias. Saludos.
Joder,como has sabido extrapolar,Los San Fermines,al mundo vil de la politica,Eso es ironia y lo demas son cuento,un saludazo.
Pues me temo que detrás de esas ratas venga otras que se las coman y también a los de las balconadas, si no al tiempo.
Saluditos.
Magnífica descripción, amigo Herep, con su parte de sorpresa y todo, del tragicómico espectáculo del pueblo español, perseguido por enormes bestias del poder. Muy bien llevada.
Un cordial abrazo, Herep.
Herep estimat!!!
Te tengoo que felicitar porque la calidad literaria de esta entrada es extraordinaria. Tienes un estilo personalísimo de manera que si estuviera en Australia y te leyera allí diría enseguida ¡¡¡Aii el meu mestre Pere!!!
Nunca olvidaré aquella noche de sábado sola en casa leyendo por primera vez un post tuyo en que magistralmente resucitabas a Jack el Destripador ¡tenía el cabello erizado! sabes que me encantó. Además desde entonces he tenido la satisfacción de haber descubierto un gran escritor.
Aunque no te comente, estoy aquí, incondicional seguidora.
Y a los que entran nuevos, aviso:¡este es un blog literario señores, valorénlo!
Una abraçada ben forta uns dies abans de venir a un poblet de Tarraco que m´encanta!
Asun
¿PARA cuando la desratización galopante HERMANO HEREP?
Porque ¡PARECE MENTIRA TANTA HIJOPUTEZ COMO MAGISTRALMENTE RETRATAS Y VEMOS A DIARIO!
Un Abrazo GENIO. Si Más Gente Leyera lo que ESCRIBIMOS LOS QUE AÚN TENEMOS "DOS DEDOS DE FRENTE Y UN CORAZÓN VALIENTE", OTRO GALLO CANTARA EN ESTA ESPAÑA...
Un Aplauso un Brindis Con BEZOYA,-(Ya Queda MENOS)-,y Que San FERMÍN CORRA A TODOS LOS HIJOPUTAS PROETARRAS Y SUS "AMARI-CONADOS Y FELGBETEROS CÓMPLICES" HASTA EL REINO DE ASMODEO!
y
¡¡RIAU RIAU!!
Jolín Herep, si da hasta miedo. Pero así están los españolitos, arrastrados, pisoteados y vejados hasta la pota...
Cualquier rastro de democracia y libertad en la piel de todo acaba, al día siguiente, pasto de las mangueras del servicio de limpieza.
Un estupendo post.
Dura mucho, Teo... y más que durará, por lo que se atisba en el horizonte.
Un abrazo, y bienvenido a este tu cuartel.
La ironía y el sarcasmo es, a día de hoy, una de las pocas cosas por las que los españoles no pagamos impuestos, Agustín.
Llegado el día, dejaré paso a la ira.
Un abrazo, neozelandés.
Eso es por lo que rezo todos los días a los dioses nuevos y antiguos, Zorrete.
Para que vengan y arrasen.
Un abrazo, figura.
Gracias, Tío Chinto.
La verdad es que ver a esa gente correr delante de los morlacos es un espectáculo digno de ver.
Lástima que, al pobre que le revientan el bazo de una cornada, tengamos que socorrerlo todos los contribuyentes mediante cuotas a la Sanidad Pública.
La palabra gratis, que es lo que tiene.
Un abrazo.
Recuerdo aquel escrito, Asun, y tu comentario. Con mucha estima, para serte sincero.
Eran mis primeras letras que daba rienda suelta a una imaginación algo surrealista que me ha acompañado desde que tengo uso de razón, y vuestros comentarios me ayudaron mucho.
Hoy estoy feliz por volver a verte en plena forma y con una sonrisa en el rostro. Eso es lo más importante, amiga mía.
Por aquí las cosas siguen igual... algunos seguidores más, comentarios y respuestas... nada. Normal, pero acaparador. Así que no debes preocuparte por los comentarios.
Estás ahí... igual que yo estoy donde tú escribas.
Recuerda que eres un Mono. De los primeros... y llegará el día en que todos nos reuniremos alrededor de una mesa y reiremos por los tiempos pasados.
Un abrazo, Asun. Cuidate siempre.
¿Tú crees que algo cambiaría, Old?
No estoy tan seguro.
No abundan los "dos dedos de frente" y la mayoría, ante los Años Oscuros, se dejan embargar por el Miedo, ansiosos de algo que les de seguridad ante la tormenta.
No importa qué sea ni quién lo diga, siempre que sea fácil y provechoso.
No, querido Old. Asmodeo tiene que hacer acto de presencia, y más vale que la primera oleada nos pille en lugar seguro.
Tras la limpieza en seco será el momento de agarrar los trabucos.
Un brindis por ello, Old.
Un brindis por nosotros.
¡Riau!¡Riau!
El Estado parasitario nos pisotea, Candela, mientras los siervos aplauden desde las gradas creyéndose libres de toda amenaza.
Pero ésta pende sobre sus cabezas porque las ilusiones, hasta la fecha, no han dado nunca de comer.
El Sistema está acabando con España, y por ende, con los españoles, sean estos de aquí, de allá o del más allá.
Un abrazo.
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