Ingredientes
· 350gr. de artista a sueldo.
· 200gr. de publicidad periodística.
· 3 o 4 cucharaditas de público alelado.
· Una cabeza de Democracia del s.XXI
· Aceite o, en su defecto, vaselina.
· Especias varias, a saber: una pizca de innata cobardía, un
pellizco de mendicidad intelectual, otro
de ingenio demencial y unas muescas de mala baba humana, caliente y empalagosa…
casi siempre en la sombra, tras los biombos.
· Ingrediente secreto, a elección del maestro de los fogones.
De inicio, agarramos una olla grande, mastodóntica,
puesto que son muchos los que degustarán la exquisitez preparada. O eso dicen…
pero por si las moscas, el burro grande ande o no ande. En ella añadimos el aceite, en primer lugar. Él se encargará de que el guiso quede comestible… bien
lubricado para que no rasque en su descenso gaznate abajo. Para según qué
paladar, la delicatesen puede atragantarse, pero con una buena dosis de
vaselina, el problema quedará resuelto.
Después, cuando la vaselina vaya adquiriendo ese tono seboso
que se gasta el líquido seminal, añadiremos los 350 gramos de artista a sueldo.
No es relevante que éste esté fresco. Un artista pasado de edad, con las carnes
flácidas y rugosas, también hará las delicias de los más expertos bulbos
gustativos de la “sin hueso”. Incluso
puede emplearse artista putrefacto si la economía casera no está para
dispendios.
Sea como fuere, la calidad no es importante. El milagroso
sabor final vendrá, eso sí, muy de la mano de los siguientes ingredientes.
Cuando el tufo del guiso empiece a distorsionarnos el
estómago, añadiremos los 200gr. de publicidad periodística. Con su ventosidad
dulzona y su tacto suave y utópico, la publicidad periodística moldeará el
resquemor del artista convirtiéndolo en una masa apetitosa para nuestro cuerpo
y mente, finiquitando toda sospecha. Con ella se enmascarará la caducidad del
plato y cualquier duda lógica sobre una posible indigestión quedará camuflada
por las partículas “correctoras” del
ideario intelectual.
Para rematar el engaño a nuestras papilas gustativas,
añadiremos, según guste, unas cucharadas de público alelado. Público idiota, hablando en castellano antiguo. Con él y sus
aplausos y hurras, cualquier duda ante la calidad de la obra culinaria quedará
fuera de todo lugar. El público alelado, pinches, funciona muy bien en toda
clase de platos. Sus peculiaridades metafísicas hacen que sea imposible luchar
contra su encanto. Cualquier plato que cuente con él, será del agrado del comensal.
Nadie se ofende cuando degusta los placeres del público
alelado, amigos. Su sabor obra el milagro y, en un abrir y cerrar de boca, nos
sentiremos arrastrados por su vorágine e intensidad, camino del paraíso del “otro Mundo es Posible”.
Tras veinte minutos de hervor, agitada la masa con una
espátula de madera de alcornoque, espurreamos unas briznas de Democracia del
s.XXI. Ingrediente importantísimo. El perejil de todas las salsas. Ustedes pueden
cocinar cualquier plato… sea excelente o repugnante… pero, si utilizan
Democracia del s.XXI, la matrícula de honor quedará fuera de toda duda. Confiesen
a sus anfitriones que añadieron Democracia del s.XXI al cocido, y todo serán felicitaciones
y palmaditas en la espalda. Todo es posible cuando uno espolvorea Democracia
del s.XXI.
Con ella, no habrá pavo… faisán… elefante… hiena o rata que
se les resista.
Tras cinco minutos y cuando la bazofia vaya adquiriendo un
tono negruzco cancerígeno, será el momento de añadir las especias más comunes
en esta nouvelle cuisine. Para
muchos, el plato será sobresaliente antes de este paso, pero hay otros que
necesitan un poco más de tutifruti gustativo. Para ellos se podrá añadir
mendicidad intelectual o unos gramos de cirugía social avanzada, amén de alguna
ramita de logia secreta. También podrá espolvorearse cobardía, aunque su sabor
queda siempre muy difuminado.
El cuerpo humano, de tanto uso y abuso, ha acabado olvidando
qué es, qué gusto tiene y para qué sirve, la cobardía. Como sucede con los inmortales virus
milenarios, éstos acaban escupiendo sobre la penicilina. Cuando no se conoce el sabor de la cobardía, todo sabe a valor.
Tras estos últimos cinco minutos, preparamos dos platos
grandes, cuadrados y del color del arcoíris.
Pero, antes de servir, nos acercaremos a la olla y, como quien no quiere la cosa, arrojaremos a su interior el ingrediente secreto.
Véase un Mahoma, un Dalai Lama, un Moisés o David, un Joseph Smith, un Krishna
o un arquitecto cualquiera… como
guste…
Remover para que coja sabor, deconstruir en el plato
anteriormente indicado, y servir en frío… sin vino, sin agua y sin nada que lo
amenice.
Verán cómo alcanzan el Paraíso en la Tierra.
Créanme.
Su sabor y excelencia ha superado toda clase de concursos y
juicios gastronómicos.
Para chuparse los dedos, señores.
9 comentarios:
Me imaginaba que la cosa iba por ahí, pero hasta no pinchar el enlace no estaba seguro.
Podrías haber subtitulado el post "Hoy Cocinan Ellos" comida para caníbales sin gusto alguno y pasaos de orujo mie..*.
El menda estaba acojonado, increíble, sin quieres saber lo que es vivir con miedo Javierito cocina un corán y luego nos lo cuentas, valiente.
Saluditos.
Ahora que no se va a exiliar y vamos a tener que soportar su sectarismo, podría probar a cocer un Corán... Ah. Que no hay...
No hubo suerte, Herep, que decía este fulano que si lo condenaban, se exiliaba. Hay que seguir sufriendo.
La vaselina que no falte (y también la marijuana, indispensable para el sector de "otro mundo es posible")
Menudo potaje,Herep.
Un abrazo y buen finde
No es un ataque a la Libertad Religiosa, claro que no ha atentado contra la morería que nos carcome cada día un poquito más... Ese indigente que salió siendo indultado por la progrejusticia que nos ha dejado zETAparo sólo cocinaba a su p... madre y ni aún así. Que asco.
Un saludazo.
Estaría temiendo que las legiones de Cristo Rey lo persiguieran en algún callejón oscuro de los que tanto frecuenta, Zorrete.
Ya se sabe... el integrismo, que es muy malo.
Al menos no podrá quejarse de ir por la vida con el estómago vacío.
Un saludo, y buen Domingo.
¿Un Corán?
No, Orwell. Ese es su libro de cabecera.
Un saludo.
De España no se exilia nadie, Reinhard. ¡Qué tierra más tolerante que esta! ¡Qué país más culto que el nuestro!
Se pueden añadir más ingredientes, Maribeluca. Todos los que se quieran.
Al final, el regusto de la sopa será siempre el mismo.
Amargo, casi obsceno.
Un abrazo. Que tengas un buen día.
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