Yo tenía un sueño de España… pero ese sueño murió hace tiempo. El que me acunará esta noche, será mejor. Mi guía en los Años Oscuros. Y vivirá por siempre jamás. Ej12Ms

7 may 2012

Oro no es... plátano, parece.



Una sombra matutina, aferrada a una ágil figura con traje y corbata… rápida mientras cruza la Plaza de la Iglesia… atravesó la línea que trazaba la mirada fija de los dos ancianos. El descanso al incipiente Sol de la mañana, se vio interrumpido, un instante.

- ¿Ese zagal era el nieto del de la Pacheca, no?

- ¿Quién? –preguntó Miguel, ajustándose sus enormes gafas.

- El chico ese… ése, ése… el que acaba de entrar en el bar de Gracián –dijo el anciano mientras señalaba la fugaz figura con su garrota.

El anciano, frunciendo el ceño y colocando su mano a modo de prolongación de la visera de su boina, asiente con la cabeza, con gesto lento pero seguro.

- Sí. Es el nieto de la Pacheca. ¡Qué el Señor te guarde esa vista!

Braulio, mirando a su amigo de soslayo, realiza un esfuerzo para erguir su encorvada espalda.

- Sabes que tengo la sesera echada a perder, pero no sucede lo mismo con la vista, gracias a Dios. Además, ¿a cuántos conoces que, un lunes por la mañana, se paseen por el pueblo con el traje de los domingos?

- Visto así…

El silencio, amigo fiel, se sentó en el banco de crujientes maderas, junto a ellos, unos instantes. Como buen y fiel amigo en la senectud, hacía su aparición y fuga sin avisar, con total complicidad.

- Pero, ¿no dijo ayer Dionisio, durante la partida, que tenía hoy cita con él?

- Eso dijo, Braulio. A primera hora tengo que estar en el banco –recordó el anciano intentando, sin éxito, modular su tono de voz para hacerlo más agudo-. ¿Qué hora es?

Braulio, alzando la vista, contempló los números en rojo que se observaban bajo la cruz de la farmacia.

- Las 08:16h.

- En mis años, a estas horas ya estaba medio vacío el botijo.

- ¡Qué tiempos! Dionisio podría haber venido con nosotros a pasear… y no haber pasado la mañana esperando encerrado en el cortijo. Esta tarde nos va a martirizar con su dolor de varices.

De nuevo, el silencio. Cómodo silencio.

- Mala cosa.

- Sí –contestó Miguel-. Habrá preferido quedarse para estar más presentable. Dijo que hoy iban a arreglar el asuntillo, y ya sabes cómo de estupendo se pone en estos casos.

- El pobre tendrá que llorarle un poco al zagal –masculló Braulio, recordando la conversación de la tarde anterior, entre partida y partida de dominó-. ¡Ya viste ayer tarde, qué drama! Ya en la cama, le expliqué a Consuelo el feo… y ninguno de los dos pudimos dormir tranquilos, Miguel. ¿Te imaginas? Los ahorros… el dinero que le dejó su madre… las tierras… me veía en su lugar… ríete tú del Parkinson ese, Miguel. Tuve que tomarme la pastilla. Si me ve el Dr. Severo, me da entre las orejas.

De la carretera nacional que cruzaba el pueblo llegaron, característicos, los sonidos de un anónimo vehículo que circulaba a alta velocidad, dejando atrás la aldea. Un zumbido que, impertinente, anunciaba que la vida seguía… que el Tiempo, travieso, les engañaba con su aparente olvido.

- Tú no eres como Dionisio.

- Lo sé, maldito anciano. Yo soy un muerto de hambre. Toda mi vida lo fui. No hace falta que me vengas con esas, ahora.

- Un muerto de hambre… -dijo el anciano volteándose para ver bien al extraño hermano que los años le habían procurado-. ¿Y yo, Braulio? ¿Qué soy yo? ¿Un marqués? ¿El señorito de la comarca? ¡Lo mismo que tú, viejo! Más cerca de la tumba cada día…

De nuevo, silencio. La frase, traidora portadora de miedos, había quedado suspendida en el aire… inconclusa… pero, a pesar de la ausencia de palabras, el significado tan sólo podía ser uno.

- Más cerca cada día… pero con la cabeza bien alta. No como Dionisio, Braulio. A su edad, llorar sin lágrimas es un gesto miserable.

- ¿Tú no le crees, verdad? –preguntó el anciano, con voz temblorosa. La tarde anterior, tras la partida, Miguel no había estado especialmente comunicativo. No era hombre de muchas palabras, pero su silencio no era casual. Su semblante le había parecido contrariado, preso de la duda-. Siempre te muestras desconfiado con él, cascarrabias.

- Tengo motivos. Vosotros le escucháis, le agradecéis el anís y le reís las gracias. Eso está bien, pero… no… a mi no me la pega. A mi edad he aprendido a oler ciertas cosas, Braulio. El señorito siempre ha sido un hombre de poco fiar. ¿Sus tierras? ¿La herencia? Vamos, hombre, vamos. ¡No entiendo cómo os tragáis esas patrañas! ¿En serio piensas que lo ha perdido todo? ¡Antes te quedarás tú sin los calzones, viejo chocho!

- Hombre… la verdad es que algo de extraño sí que tiene el asunto, pero… ¿para qué iba a engañarnos? ¡A nosotros, sus amigos! ¡Como si pudiéramos hacer algo para solventar el entuerto! Eso es cosa del zagal… del de la Pacheca… Él es quien convenció al pobre Dionisio para que metiera los dineros en esas cosas…

- Esas cosas… esas cosas… ¿Sabes qué es eso, Braulio? ¿Quieres que te lo explique? No te creas que eso es como la cartilla que tenéis Consuelo y tú, no. Eso es más complicado. A ti, por tus cuatro perras, no te dan ni las gracias, viejo. Con mucho, un calendario en Diciembre. Pero Dionisio… ¡él tiene muchos duros! ¡Él sabe de dineros, amigo! Y si tienes, te preocupas, Braulio… Lo cuentas, lo miras, lo mimas. Y si no eres de esos, tranquilo… detrás de ti siempre habrá alguien que esté al tanto.

- Te escucho y parece que Consuelo hable por tu boca, Miguel. Lo mismo. Lo mismo que me dijo mi esposa anoche. ¿Y la familia? ¿Dónde estaba la familia?

El cartero, a lomos de su vieja Vespa, pasó ante los ancianos iniciando su rutinaria ronda de trabajo. Un cierto aroma a gasolina sobrevoló la rúe, embriagando el único sentido que, a aquella edad, les funcionaba con cierta solvencia.

- Esa es una, Braulio. ¡Ves! Consuelo… ella, que nada tiene que ver en el asunto, ya se hace una de las grandes preguntas. ¿Y la familia? ¿Nadie le advirtió de lo que estaba haciendo? Eso, Braulio, son papeleos del banco para que de uno, salgan tres. Son… Son milongas peligrosas, viejo. De “alto riesgo”… La Bolsa y esas cosas, Braulio. Gente chillando… comprando, vendiendo… Metes tus ahorros y te dan un fajo de papeles con mil letras y diez firmas diferentes.

- Así funcionan los bancos, Miguel.

- Bicha, bicha… ¡Fuera! Lejos de mí, los bancos. ¡No quiero ni verlos! Yo, como hiciera mi padre, lo poco que tengo está bien guardadito bajo el colchón. Si me quiero jugar el dinero, voy a la fonda una tarde de guiñote. Como en tantas cosas, para perder ya me valgo yo mismo.

- Tú eres muy antiguo, Miguel. Si el banco te da unas perras por tus ahorros, es normal que la gente quiera leche de esa vaca. Pero no es normal que, una vez agarrados tus dineros, ahora no se los quieran devolver hasta… ¡hasta el año 3.000! Jajaja… el año 3.000… ¡si se entera el Dr. Severo de que Dionisio tiene que aguantar hasta el año 3.000!

- Se muere, Braulio… se muere –dijo Miguel con una sonrisa en los labios. ¡Ah, benditos momentos!, pensó-. Amigo… Todos quieren sacarle algo a sus ahorros. Unos se conforman con poco, y otros quieren todo. Unos se contentan con el 2… y otros no se mueven por menos del 2x2. Riesgo o seguridad, amigo.

- O caja fuerte, como tú –espetó Braulio, que había recobrado un sano buen humor -… bueno, mejor “almohadón de plumas”.

- Ríete todo lo que quieras, viejo verde. Ya verás cómo yo no tendré que ir a llorarle a ningún jovenzuelo con corbata, verás. Y mucho menos lágrimas de cocodrilo como las de Dionisio… que no se las cree ni él. Mi madre, que en paz descanse, siempre me decía que “nadie da duros a cuatro pesetas”, Miguel… y el señorito se pensó que había descubierto la gallina de los huevos de oro. Ahora, después de los almuerzos pagados y la ostentación, vienen las lágrimas del adúltero.

- No sé por qué dices eso, Miguel.

- Pues lo digo por eso, Braulio... lo digo porque Dionisio, con sus lastimeras lágrimas, no está nada más que representando un cuento… una milonga más. ¡Le han engañado! ¡A él, que todo lo sabe! ¡Él, que conoce los secretos del averno! Arriesgaba sus dineros a un elevado interés, y ahora llora la pérdida, esgrimiendo que no es suya. Quería desbancar a la banca y, vista la nulidad del bote, pretende que todos le paguen la partida. Jugasen, o no, todos deben restituirle su papel moneda. Él, agradecido, nos llorará sin verter ni una mísera lágrima, mientras devuelve los papeles al banco… fiel amigo que hoy, ¡oh, sorpresa!, le ha engañado. ¿Mañana? Bua… Mañana será otro día.

El reloj del campanario anunció las 10:00h.

Miguel, resignado, se levantó del banco. En veinte minutos tenía visita en el ambulatorio. Nada grave, tan sólo recoger las medicinas de la semana y comprobar varias recetas. Luego, una visita al cementerio… a charlar con su esposa… como cada mediodía.

 - Braulio.

- Dime.

- Dionisio… ¿firmó los papeles del banco?

- Sí.

- Pues eso. Duros a cuatro pesetas.

La mañana, esplendida, empezaba a llenarse de amas de casa con carritos de la compra y en las paradas de la plaza lucían, hermosas, las sandías que anunciaban el caluroso verano.


13 comentarios:

Unknown dijo...

La Avaricia rompe el saco y no me apena en absoluto que algunos, creyéndose más listos que el Diablo les vendieran el alma creyendo que le iban a arrebatar la suya. Es ley de vida que el dinero hay que ganarlo, de buena o mala ley pero hay que ganarlo y aquel que te lo regala, de entrada, ya te está engañando, con lo que aquel que firma cualquier cosa para trincar pasta gansa sin sudar ya sabe que se la están metiendo hasta el fondo y bien doblada.

Y los ancianetes de éste país, los que más han sudado el dinero, debieran ser los más desconfiados.Mira tú hasta donde llega la Idocia.

Un saludazo.

candela dijo...

Uuufff!! Justos por pecadores, algunos eran invidentes y otros simplemente, se fiaron de su Caja de toda la vida.

Es, en cualquiera de los casos, un asunto repugnante.

Tío Chinto de Couzadoiro dijo...

La soledad del anciano, la quimera del oro, la poca salud, la proximidad de la muerte...
La triste realidad de nuestros mayores, amigo Herep.
Un cordial saludo.

Old Nick dijo...

¡Cuando el TIMO DEL TOCO MOCHO, TE LO DAN LOS BANQUEROS, ES QUE YA NO HAY VERGÚENZA NI DIGNIDAD, NI TAMPOCO UNA JUSTICIA Y UN MINISTERIO DE HACIENDA O UN BANCO DE ESPAÑA, QUE PERSIGA, CASTIGUE Y CONDENE COMO ESTAFA "CIERTAS PRÁCTICAS BANCARIAS DE ALTO RIESGO", QUE CURIOSAMENTE RECUERDAN AS "CONDICIONES DE LAS "CRISIS MUNDIALES"...
¡Hermano Herep, Esto les Pasa a los CONFIADOS,POR NO LEER LA LETRA PEQUEÑA Y FIRMAR, FIANDOSE DE LA PALABRERÍA DE "GENTES QUE LES INSPIRAN CONFIANZA"!
¿A Qué Es Igualico El Asunto, Que Votarle a Un Cantamañanas, Sólo Porque PROMETE HASTA QUE LA METE?
¡Pues Eso!
Mierda Por Donde Se la Mire.
Un Brindis Por la Caza De Estafadores,No Importa su Estatus, A Lazo y Boleadoras.
Puede Ser Un EJERCICIO MUY SANO Y DIVERTIDO?
¿No Te Parece Que Podríamos Popularizar ese DEPORTE?
Creo que Asmodeo Se Reiría Mucho...
Un Abrazo
y
¡¡RIAU RIAU!!

Old Nick dijo...
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
Lin Fernández dijo...

Buen relato pero amargo tambien,Son tantas las victimas de este desproposito,Que ahora se uniran los que confiaron en Bankia digo yo.Eso si el Rato se las pira limpio de polvo y paja,un saludo.

Geppetto dijo...

Los bancos se crearon para prestar, ahora no prestan
Los bancos gestionaban los dineros de las personas y a cambio le facilitaban la vida, ahora es al contrario el banco se adueña de tu vida desde que naces hasta qye se mueren tus nietos.
Los bancos estaban al servicio de los impositores, ahora los impositores estan al servicio del banco que te saca el dinero hasta por preguntarles la hora.
Los bancos se han convertido en una carga imposible de soportar y esa es la sensación que tienen tres de cada tres españoles
http://lapoliticadegeppetto.blogspot.com.es/

Herep dijo...

CS,

Igual que conozco gente que ganó mucho haciendo saltar la banca, también conozco varios más que lo perdieron todo.

Esa es la base del juego.

En esto, igual. Si se pierde, se pierde. Nada de llorar para pedir explicaciones y compensaciones.

No deben pagar justos por pecadores.

Un saludo.

Herep dijo...

Repugnante de todas todas, Candela.
Pero, ¿ves a alguien asumir las responsabilidades?

Pero no política, no. Responsabilidad penal. La política vale menos que el dracma.

¿Aún soporta el cuello de MAFO su cabeza?

Un abrazo.

Herep dijo...

La vejez... esa tan maltrecha musa, Tío Chinto... tan desprestigiada e infravalorada. Triste realidad, sí señor.

¿Se habrá olvidado aquel viejo dicho que rezaba, "a la vejez, viruelas"?

Tendré que escribir algo sobre eso, amigo.

Un abrazo, artista.

Herep dijo...

Los tiempos en los que vivimos, Old, repletos de "buenismo" y demás "ismos" similares, han vuelto a la ciudadanía confiada y servil.
Luego, los lobos... siempre disfrazados de corderos... no dejan escapar la ocasión de dar una buena dentellada.

Yo, por suerte, he aprendido a no fiarme de nadie. Ni de mi sombra, por ser oscura.

Un abrazo, y esperemos que ardan todos en el infierno. Hasta que se sequen.
¡Riau!¡Riau!

Herep dijo...

Como Pilatos, que se lavó las manos.
Así cogió Rato el avión directo al paraíso vitalicio, Agustín. Sin manchas ni descosidos.

Listo para ser vendido, de nuevo, al mejor postor.

Un abrazo, neozelandés.

Herep dijo...

Si no he leído mal, Geppetto, se está ultimando una nueva tropelía: comisiones hasta por entrar en la página web de la sucursal... y mil más...

Lo dicho. Lobos con piel de corderos.
La usura, comparada con esto, es un juego de niños.

Un abrazo.